Me odio por dejar hasta el último momento las cosas en vez de hacerlas sin prisas, poco a poco, pero siempre he sido así. Yo estudiaba la noche de antes deprisa y corriendo en el colegio y en la facultad la semana antes porque el temario era como diez veces mayor. Soy inconstante y me aburro con frecuencia, llevo mil cosas a la vez y puedo contar con los dedos de las manos las que acabo (Normalmente, estas veces se deben a que lo termino del tirón antes de cambiar a lo siguiente). Mi vida con mí es un pequeño caos que no consigo redirigir obviamente porque la mayor parte del tiempo salgo airosa. En los peores momentos me crezco, improviso, exprimo lo que conozco aunque esté escondido en la neurona más lejana, me muevo a la velocidad de la luz y en un abrir y cerrar de ojos lo soluciono. A mil por hora me siento viva, la tensión en las sienes y llevar al limite los músculos y la mente me excita, todo se vuelve más claro, los segundos se estiran y saber que soy capaz de dar el 200% de mí misma o al menos de intentarlo me llena por completo.

A dos meses del fin de prórroga, las tres últimas lecciones se presentan difíciles y con demasiados planos por hacer... Habrá que correr mucho, mucho, mucho.
P.D.- La foto es del velocímetro de la Ducati 3.5 que el verano pasado conseguí heredar anticipadamente de mi padre jejejejejeje ¡¡Lo que hemos volado en esa moto cuando le pedía que me diera una vuelta!! Esta vez el paseo a lomos de mi escuadra durará un poco más...