viernes, 11 de abril de 2008

¿Tienes un momento?

De vuelta de la guardería me han asaltado dos testigos de Jehová y esta vez no he salido huyendo como he visto hacer tantas veces. Quizás ha sido porque me han cerrado el paso completamente al cruzar a la otra acera y no he tenido elección. Por primera vez creo que me he fijado más en las personas que me paraban que en la propaganda del tipo que fuera que traía. ¡Cuánto tiempo hace que no le dedicamos un segundo a mirar a los demás!
Eran dos mujeres de edad madurita, posiblemente los sesenta ya cumplidos. Mujeres de pueblo las he calificado por sus faldas de color opaco e indefinible entre marrón, gris y negro, por debajo de la rodilla pero en la medida justa para no tapar la pantorrilla. Me gusta, cuando observo y aprecio algo para mí conocido, saber que sé lo siguiente que voy a ver, y efectivamente allí estaban sus jerséis en tonos pastel y sus peinados abombados hacia atrás. Creo que esa es la razón por la que odio que mi madre se compre ese tipo de ropa, no me imagino una mujer así vestida con el pelo cobrizo con mechas peinado un poco a lo loco ni con los ojos tan enormes y grises de mi madre. Simplemente, no va con su carácter.
Una de ellas se ha reído cuando le he dicho que "con mis dos niños no tengo tiempo de leer nada", como si el folleto informativo fuera a quemarme, y me ha hablado de sus dos nietecillos que son dos bichos de cuidado... el mayor triunfo de la publicidad es el lado humano. Basta que una persona se abra y se identifique contigo y nuestros oídos están dispuestos a escuchar todo lo que tiene que decir. Evidentemente no me he llevado la revista, pero sí un pequeño papel de tres páginas sobre la importancia de leer la Biblia todos los días ¡Recursos tienen para todo desde luego!
No he querido tirarlo, me ha parecido descortés. Lo he metido en la bolsa de la farmacia y desayunando lo he leído por encima. Por supuesto ¡no voy a convertirme en testigo de Jehová! Hoy por hoy mi camino dista mucho de comprometerme con cualquier religión, porque creer en Dios, creemos todos, de boquilla, pero entregarte verdaderamente a tu fe es algo que se ha perdido con el tiempo. Sólo estas mujeres de faldas tristes y rebecas pálidas representan para mí el porcentaje de población que tiene un minuto para dedicarle a su vida espiritual, ya sean testigos o católicos, y creo que por ese respeto hacia ellas que se ha despertado hoy en mí he dejado su "palabra divina" en el revistero...

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