martes, 23 de septiembre de 2008

Visitas

Me gusta invitar a mis amigos y familiares a mi casa, cocinar para ellos un bizcocho o una cena mexicana o hacer chino casero, que me visiten y pasen un rato de sus vidas conmigo y que hablemos sin parar de cosas que ya sabíamos y de otras que no nos habíamos dicho por teléfono. Las visitas están bien pero no todas salen como queríamos y a veces "algunos" llegan con 2-3 horas de retraso, a mitad de una comida que habíamos empezado casi a digerir por no hacer esperar a los demás que habían venido, sin una llamada de aviso, sin un motivo grave y sin abrir la boca para disculparse por el retraso...

Cuando estas a gusto las meriendas siempre se acaban al segundo bocado de bizcocho porque han dado las 8 sin darnos ni siquiera cuenta. Eso siempre me pasa con Moni, que se me hace demasiado corto. Otras veces, a pesar de rallar ya la madrugada la conversación se alarga y se alarga y pasan otras dos horas para recorrer la distancia que hay entre los sofas y la puerta. Con María y Joaquín siempre nos queda algo que decirnos en la calle, a la intemperie y pasando frío y por más que nos lo prometemos antes de abrir la puerta, caemos y ocurre. Es lo que tiene sentirse cómodo.

Odio las visitas relámpago, la visita del médico y no saber qué decir o qué hacer durante una visita y que una hora se convierta en 30 horas, mirando continuamente el reloj. Odio las visitas por compromiso, las obligadas, las incomodas y las que tienen condiciones. Odio que me visiten por sorpresa, me gusta que la gente me llame antes y cuente conmigo. Por supuesto, hay sorpresas y sorpresas y personas bienvenidas siempre. Me gusta sentir que he sido yo quien ha invitado y poder atender a mis visitantes como una buena anfitriona, pero mi casa está abierta para todos los que me quieren y me hacen sentirme a gusto a su lado, todos ellos pueden entrar sin llamar.

Esta tarde tengo visita. Será corta, larga, rápida, lenta, preparada y con sorpresa, por compromiso y deseada. Sé que miraré el reloj y que después echaré en falta la conversación. Espero no quemar el bizcocho...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con esta entrada, creo que esta es una de las cosas por las que me case con ella, estamos de acuerdo en un monton de cosas, aunque en otras muchas nunca vayamos en la misma direccion. Por cierto, gracias a todos esos amigos que vienen a visitarnos a casa y que nos hacen estar agusto con su compañia.

Anónimo dijo...

Ding dong... ;)

Malice dijo...

¿Quién es? jejejejjejeje XDDDDD

Anónimo dijo...

El coco... jijiijij

Malice dijo...

jejejejeje entonces no te abro XDDDDDD

Anónimo dijo...

:( sinfff

Malice dijo...

jajajajajajaja bueno coco, anda pasa :D

María Martín Titos dijo...

Eso es muy cierto,parece que en el momento de la despedida se nos enciende una bombilla y nos ponemos como locos a hablar y siempre caemos igual,esperemos que ahora que llega el frio la bombilla se funda en el momento de salir por la puerta porque sino cogeremos un resfriado.Aunque tengo que decir que me encanta y no quiero que cambie nunca.besitos