martes, 4 de agosto de 2009

¿Quién me compra?... No se aceptan devoluciones luego

" No esperes mucho de mí, te defraudaré seguro. Yo sólo te daré todo lo que pueda. Nunca será todo lo que quieres ni todo lo que darías. Simplemente, yo no soy tú"

Yo le regalaría esta reflexión a todo el mundo. Empecemos todas las relaciones personales de esta manera, las madres y los hijos, los novios, los matrimonios, los amigos. Seguramente seríamos más felices...

Una vez le leí a Coelho que cuando una persona entra en tu vida, al segundo ya está pensando cómo cambiartela y cómo cambiarte. Por supuesto éstas no fueron sus palabras, son las mías, lo que yo saqué de aquella frase que me hizo pensarlo de esta manera... Es cosa de humanos, debe de ser algún gen aún no estudiado ni reconocido. Yo lo llamaría el gen " a mí manera".
Lo llevamos todos, el manipulador y el manipulado, el mandón y el calzonazos, el sometedor y el sometido... Simplemente el sometido aún no ha vivido un tiempo a solas, no ha saboreado el pasear en bolas por la casa, ni el acostarse en una cama sin hacer y revuelta, ni sabe lo que es comerse un sandwich de mermelada y jamón york a las 3 de la madrugada por el sencillo hecho de no tener que guisarse y no tener que respetar horarios de comida. Cuando lo hace, ya no puede ser sometido nunca más y si lo es muere de infelicidad al cabo del tiempo...

Alguna vez hemos querido ser bailarinas, cantantes, actores, veterinarios... las mismas veces que hemos querido cambiar el mundo... a nuestra manera. Hablamos de ranas que se convierten en principes como nuestro sueño último, nuestra meta: cambiar a los demás, a nuestra manera. Imagino que si no nadie se casaría con la rana. ¡Pobres anfibios! Tan felices en el agua y terminan viviendo en tierra por complacer a alguien.

Me pregunto cuántos de nosotros seguiríamos relacionándonos sabiendo que los demás no van a cambiar nunca, que no deben de cambiar nunca. Parece sencillo, conoces a alguien, le tiendes la mano y le dices: "Soy impuntual, me huelen los pies, las lentejas me dan gases, el mando de la tele es sólo mío, jamás leeré novelas históricas, suelo dibujar florecillas en las servilletas de las cafeterías mientras hago que te escucho, realmente sólo me quedo con la última frase de una conversación larga, me asustan las costumbres, no sé si te llamaré esta semana, quedaré contigo cuando me acuerde, después del sexo pienso en todo lo que me queda por hacer..."
¿Cuántos se quedarían?

Pero no habría engaño, ni cuento de hadas, sólo la pura verdad... yo no soy tú y el que me quiera que me compre...

P.D.- ¡Ale! ¡Pa que no digáis que soy monotema! ¡nooooooooo! jajajajajajaja

1 comentario:

Móni dijo...

Ya echaba de menos tus entradas...
Tienes toda la razón!
SIEMPRE queremos cambiar el mundo y, por ende, todo lo que hay dentro... Creo que la naturaleza humana es insatisfecha por "naturaleza" (vaya redundancia... jeje)
¿Sabes que pasa?.. que cuando crees que has superado el tema y que quieres a esa persona tal como es, dejas de querer cambiarla, eres casi feliz, pero hay algo que no puedes evitar: que te haga daño con algo que dice o hace sin querer... Y ahí vuelves a intentar cambiarla... para que no te haga daño!!!
Y vuelta a empezar hasta el infinito y más allá...
Muchos besos, nos vemos el miércoles