
No importaba si estaba lloviendo o hacía frío y yo estaba en camiseta, a veces helarme era lo único que me parecía real. La solanilla de mi madre me acompañaba desde su maceta, silenciosamente. Durante años fuimos cómplices, vimos amanecer y atardecer desde esa terraza, al pie de los recuerdos...
No he perdido esa costumbre. La terraza es otra, mi perspectiva del mundo diferente, otro pedazo de cielo, la copa de otros tres cipreses y el tejado de otro edificio enfrente. El año pasado, mi madre me trajo la solanilla porque iba a deshacerse de algunas macetas... Sentada en el suelo de mi terraza, sus flores me acompañan en silencio. Lo único profundo y metafísico que se me ocurre pensar es que no hay casualidades. El resto, está todo pensado...
1 comentario:
LA CASUALIDAD NO EXISTE, LAS COSAS PASAN PORQUE TIENEN QUE PASAR.
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