martes, 16 de septiembre de 2008

Una so manta palos

Estaba yo baldeando rápidamente el patio, manguera en mano, vaqueros remangados y dos pinzas de ositos en el flequillo. Les he oído de lejos, porque no saben hablar en otro tono. La perra les ha olido antes, les tiene la guerra declarada. Y con razón. Al pasar, dos patadas fuertes y un puñetazo a la cancela. Ha temblado todo. Entre los ladridos de la perra y mi “Me cago en tus muertos”, sus risas y sus cantos. Me han pillado con las llaves en el bolsillo y, cortando como he podido la manguera, he abierto la puerta...

Eran tres, la madre, el mayor y el pequeño. Al verme salir, la madre entre risas mal disimuladas le ha dado una colleja al mayor y gritando le ha dicho: “ Niño, que te he dicho que no toques más las cancelas o te voy a dar una so manta palos”. El pequeño ha echado a correr directamente. Y yo, con la mirada asesina enfocada, me he quedado de pie, goteando malaleche en la acera, viendo como se alejaban.

Este es el pan nuestro de cada día, unas veces les grito, otras me callo, otras abro la cancela y los sigo con la mirada, otras enchufo la manguera por encima y los mojo... La mayoría de las veces no son los mismos, pero a la perra la cabrean todos, incluso la vieja que pasa con el carrito de la compra. Ellos le patean la puerta, le meten junquillos por el lateral para hacerla rabiar o le tiran naranjas, no siempre son los niños. Yo sé que son los grandes los que pasan rayando la cancela, los que echan trozos de bloques por encima del muro y los que lanzan pelotas de petanca a la uralita. Tengo un patio hermoso en el que no puedo tener aparcado mi coche por miedo a que me rompan una luna de una pedrada.

Vivo en el centro del pueblo, en una plaza de chalets adosados y con un alcalde que no hace más que hacer parques e inaugurar espectáculos en el centro cultural para que nos den el calificativo de ciudad. Cortar una calle debería de costar menos que todo eso, pero no es prioritario. Yo no soy racista, pero no creo que haga falta decir quién me patea el ánimo. Creo firmemente que la integración hay que quererla y que ganársela...

2 comentarios:

María Martín Titos dijo...

Ten paciencia y piensa en poner en la cancela algún cartel, de esos que asustan con alguna maldición hacia aquellos que te aporrean la cancela,a lo mejor hace efecto, en fin, no me hagas mucho caso que yo tengo mucha imaginación.Mientras dile a Elora que paciencia.

Anónimo dijo...

Bueno aunque este sea el pan nuestro de cada dia, yo soy muy feliz en mi casa, es preciosa, en un sitio inmejorable y a pesar de los pesares con unos vecinos geniales. Alguien dijo una vez que no se puede tener todo en esta vida, jejeje. Quien sabe, quiza un dia nuestra cancela de descargas electricas y nadie se atreva a rozarla ;-)